De Frankfurt a Barcelona sólo hay un día de diferencia (1ª PARTE)

Hay días, fechas, que no pueden olvidarse jamás. Algunos son cumpleaños familiares, otros, aniversarios de boda o defunción. Existen además unos mucho más difíciles de explicar. Se remiten a hechos anecdóticos que por lo extraño del suceso consiguen su prestigioso hueco en el recuerdo. Algunos de ellos se encuentran entre la temática: "Amigos y desconocidos" y "El amor y sus estupideces". Sin embargo, en esta ocasión, ninguno de estos campos de contenido refieren a mi, ya inolvidable, hazaña.


Tras pasar una semana en el Carnaval de Mainz y Frankfurt con dos amigas de la facultad, me dispuse al regreso al hogar añorado a la hora temprana de las 3 pm. Con la despedida azotando mis glándulas lacrimales y un frío gélido e inhóspito, avancé hasta la estación de trenes y buses, lugar donde por deducción lógica, había que coger el autobús que me llevaría una hora antes de mi vuelo, al aeropuerto de Frankfurt Hann.

Con el dinero justo y sin bufanda, conseguí traspasar el control de seguridad sin la menor incidencia y me senté en uno de los bancos de plástico blanco de la sala 2, destino: Girona, vuelo: 4424, hora: 6:40 en el día 17 de febr...¿17?¿17?sí, Carmelita, 17 de Febrero, MIÉRCOLES. Ojeo el documento acreditativo de Ryanair. La fecha no corresponde a la de hoy. En su lugar, aparece un bonito número 18 que se traduce en MAÑANA, JUEVES. Es decir, he sufrido un ataque de imbecilismo profundo, una enfermedad llamada: "Distracción momentánea difícil de definir en la que ser despistada, estar en la puta parra y padecer empanamiento agudo son uno más de los factores por los que te colocan el cartelito de DESASTRE".

Sudo como un pollito. Me río como una ratilla y sonrío como una coneja. Mi estado animal no me permite hacer más que una cosa: comerme la berlina rellena de mermelada de fresa que guardo en el bolsillo exterior de la maleta-carrito, de medidas útiles para el viaje de una ruin compañía aérea.

Una vez lleno el estómago me coloco en la fila que recién acaba de engendrarse ante la puerta de embarque. Ahora llega el momento en el que cuento un suceso de igual calibre: Estando yo en París con objeto de visitar a mi querubín, me disponía a regresar a la mía patria cuando en un lamentable estado de somnolencia me pasé por el arco del triunfo las normativas aéreas y aterricé en Barcelona, siendo mi verdadero destino, Sevilla.

Pues con este precedente, creí conveniente intentar traspasar las barreras azafateñas y encontrar un sitio entre tan publicitado avión. No obstante, y como sugería la lógica aplastante, esto no sucedió de tal modo y la mujercita huraña y agria me pronunció un "NEIN" que dejó mi alma desconsolada. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario